“Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”
(Juan 3:14-15)
Sólo
quienes aceptan a Cristo hallan la paz con Dios, y son restaurados
como aquellos que miraban la serpiente de bronce
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Los
israelitas liberados de la esclavitud de Egipto atravesaban el desierto de la
península del Sinaí. Aunque estaban protegidos de los peligros que los
asechaban y eran alimentados con el maná, a menudo se quejaban de Dios. Por
eso, como castigo, Dios les envió unas serpientes cuya mordedura era mortal
(lee Números 21:4-9).
Entonces
el pueblo reconoció su ingratitud y pidió a Moisés: “Ruega al Señor que quite
de nosotros estas serpientes”. Moisés oró, pero Dios no quitó las serpientes.
Sin embargo, Dios deseaba salvar a su pueblo de esa plaga, pero era necesario
que cada israelita tuviera fe. Entonces dijo a Moisés: “Hazte
una serpiente ardiente, y ponla sobre una asta; y cualquiera que fuere mordido
y mirare a ella, vivirá” (v. 8).
Es
posible que algunos israelitas se quejaran, pensando que les estaban haciendo
creer que al mirar un pedazo de bronce fijo en un asta iban a curarse. Se
habrán planteado que si Dios quería salvarlos, todo lo que tenía que hacer era
eliminar las serpientes. Sin embargo, la Palabra declara que “cuando
alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce, y vivía”
(v. 9).
Muchos
siglos más tarde, Dios nos dio el remedio universal para la salvación: la
muerte de su hijo Jesucristo en la cruz, para la salvación de los que creen. Y
como seguramente ocurrió con los antiguos israelitas, algunos hoy en día
cuestionan el valor de este medio para ser perdonado, pero
sólo quienes lo aceptan hallan la paz con Dios. Y son sanados y restaurados
como aquellos que miraban a la serpiente de bronce. Dios es
soberano y responde a su manera. Por eso tú sólo tienes que creerle y aceptar el
sacrificio de su Hijo.
Padre amado, hoy oramos para que cada vez sean más los que acepten la única fe que salva, con un corazón humilde que acepta la verdad de tu Palabra y mira a Jesús, el autor de nuestra salvación. Amén.
¡Te
bendigo! Pastor Antonio Trejo