“También el Reino de los Cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró”
(Mateo 13:45-46)
▲ El amor del
Señor fue puesto a prueba al máximo,
pero en su determinación permaneció firme como una
roca
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Una cosa es
apreciada por el valor que tuvimos que pagar por ella. Por eso Jesús aprecia a
la Iglesia por lo que le costó poseerla. Él “amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por
ella”, como dice la Palabra, pagando un altísimo precio, es decir,
todo lo que tenía. Renunció a todo: su lugar, su paz, su gloria, todos sus
derechos como Hijo de Dios y, por sobre todo, se entregó a sí mismo.
No podía dar
más que su vida, no podía hacer más ni soportar más. Su amor fue puesto a
prueba al máximo, pero el Señor permaneció firme como una roca. Con su ejemplo
podemos ver que “las
muchas aguas no podrán apagar el amor” (lee Cantar de los Cantares
8:7).
Pero Jesús
valoró tanto a su Iglesia que pensó en ella desde la eternidad. Para El, nosotros somos
la perla preciosa que su corazón anhela. Vendió todo lo que tenía para
poseerla. Él apreció el valor de esa perla antes de comprarla.
Quería tenerla para sí, cualquiera fuera su precio. ¡Cuán maravilloso es su
amor! Él vio algo hermoso en aquellos que estaban en sus pecados y habían caído
en la ruina moral y la indignidad.
Esto parece
demasiado maravilloso pero la Palabra de Dios lo afirma: “Cristo nos amó y se
entregó a sí mismo por nosotros” (Efesios 5:1). Y en Proverbios
8:31 declara: “Mis
delicias son con los hijos de los hombres”. Nosotros los cristianos
nos esforzaríamos más todos los días en nuestras metas, si fuéramos conscientes
de cuán valiosos somos para Cristo. ¡Hoy es el día de valorarnos como hijos de Dios y
honrar a Aquel que nos amó hasta el fin!
Oración:
En este día renovamos nuestro compromiso de ser
esforzados para poder corresponder a nuestro Salvador, el cual nos amó hasta
dar Su vida por nosotros. Amén.
¡Te bendigo! Pastor Antonio Trejo