“(Jesucristo) es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”
(1ª Juan 2:2)
▲ Jesucristo
compareció por nuestros pecados
y tomó nuestro castigo sobre sí
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A lo largo de
los siglos, el mundo ha ofrecido distintas creencias acerca de dónde vamos
después de la muerte del cuerpo físico. Muchos hombres son conscientes de que
la vida no acaba con la muerte física, pero carecen de una idea acertada de
cuál es el destino final de nuestra alma. Muchos dicen tener esperanza en un
destino de felicidad, pero no pueden afirmar con seguridad qué encontrarán
después de la muerte. Otros creen que porque les fue bien con las reglas que
dicta el mundo, o porque su conciencia les indica que no son tan malos, después
de la muerte todo saldrá bien de cualquier manera.
Pues bien,
debemos recordar que toda idea o afirmación que se hace fuera de la revelación
de las Escrituras constituye una grave equivocación. Y más aún, tengamos en
cuenta que en este aspecto, Dios nuestro Creador y Sustentador no nos deja en
la ignorancia. “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después
de esto el juicio”, leemos en la Carta a los Hebreos
9:27. Entonces
Dios nos pedirá cuenta de todos nuestros pensamientos, palabras y hechos. Y como
lo afirma el apóstol Pablo en la Carta a los Romanos, todo el mundo está “bajo el juicio de
Dios” (Romanos 3:19).
Pero Dios pone
un Defensor a nuestra disposición, el cual no es un abogado que buscará dar
pruebas de nuestra inocencia, o reducir nuestra culpa en el juicio, como ocurre
en los procesos legales de los hombres. No, el defensor que Dios nos da es su propio Hijo,
Jesucristo, quien ya compareció en el juicio y tomó nuestro castigo sobre sí.
Estas son las
buenas nuevas: Cristo ya murió por nosotros, ¡y nuestra deuda ante Dios (la
culpabilidad del pecado) ya está pagada! Sólo debes cumplir un único requisito:
aceptar a Aquel que te amó tanto, al punto de cargar con la cruz y el castigo
que tú te merecías. Te aliento fervientemente en este día a que lo aceptes en tu corazón,
para que también tú seas justificado por su sangre y recibas el regalo de la
vida eterna. Así lo declara la Palabra: “Justificados, pues,
por la fe, tenemos paz para con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos
5:1).
Oración:
Señor Jesús, te agradecemos y exaltamos con todo
fervor por la vida eterna que preparaste para los que te confiesan como el
Señor de sus vidas, rompiendo para siempre las ligaduras de la muerte. Amén.
¡Te bendigo! Pastor Antonio Trejo