jueves, 8 de noviembre de 2012

Vivir sin ansiedad (I)



“Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias”

(Filipenses 4:4-6)
La ansiedad consume nuestra atención y nuestra energía emocional

Hay una emoción humana que tiene efectos perjudiciales, aunque no sean notables a corto plazo: la ansiedad o la preocupación. Todos hemos estado preocupados en algún momento u otro, y la realidad es que somos más productivos cuando tenemos una medida razonable de inquietud; pero aquí nos referimos a la ansiedad que nos roba la paz.

Dios no desea que suframos la angustia de la ansiedad. Ésta es perjudicial para nuestro bienestar, y Dios no quiere que nos perjudiquemos. Esta emoción daña el trato con los demás, lo cual tiene relación con lo que expresa nuestro devocional: después de instarnos a alegrarnos en vez de estar ansiosos, Pablo nos llama también a ser amables. Cuando estamos ansiosos, es muy difícil ser amables. Más bien, nos volvemos amargos y ásperos en nuestras relaciones. La ansiedad consume nuestra atención y nuestra energía emocional, y no podemos dar a otros la atención que se merecen.

Lo peor es que las personas que se ven afectadas por nuestra mala actitud generalmente no se dan cuenta que su fuente es la ansiedad. ¿Cuántos hijos habrá que se sienten rechazados por sus padres, piensan que no tienen valor, y se deprimen, simplemente porque sus padres están demasiado preocupados para darles su atención? La ansiedad, la preocupación desmedida, perjudica nuestras relaciones con otros. Es, entonces, una acción de amor aprender a manejar la ansiedad, pues nos libera para poder brindar amor hacia los demás.

También nos conviene personalmente aprender a manejar la ansiedad. La triste realidad es que perturba nuestra alma. El Proverbio 12:25 lo describe perfectamente: "La angustia abate el corazón del hombre". Cuando estamos ansiosos y angustiados, se nos van las fuerzas. No sentimos ganas de nada. La preocupación desmedida paraliza nuestra iniciativa y nos deja atrapados en nuestras propias indecisiones.

Quizás has vivido por años con la ansiedad como un ruido constante en tu corazón. Quizás te has olvidado del gozo que sentiste cuando aceptaste al Señor. Quizás crees que estás condenado a vivir así por siempre. Esa no es la voluntad de Dios para ti; ¡El quiere transformar tu ansiedad en alegría! Mañana continuaremos hablando de este tema y te mostraré la respuesta bíblica al problema de la ansiedad.

Oración: 

Señor Jesús, queremos aprender a transformar nuestra ansiedad en la alegría y la paz que Tú tienes para los corazones que entregan todas sus peticiones y anhelos en Tus manos. Amén. 

¡Te bendigo! Pastor Antonio Trejo