domingo, 4 de noviembre de 2012

Cómo ser libres de los conflictos (II)


“Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia”
(Efesios 4:31)
▲ Debemos aprender a caminar en amor, ser abundantes
en misericordia y rápidos para disculpar una ofensa

 Ayer reflexionábamos que las personas que se envuelven en conflictos permanentemente, comúnmente eligen repetir las palabras ofensivas una y otra vez en su mente, alimentando el enojo Así continúan con la raíz del conflicto en sus vidas, y viven constantemente enojados con las personas y las circunstancias turbulentas de las que caen víctimas. La Biblia nos enseña acerca del conflicto o la contención, y de éste como origen de otros problemas similares.

Los síntomas de una persona conflictiva incluyen:

-Orgullo: insistir en tener la última palabra, estar más interesado/a en defender tu postura que en buscar una salida más pacificadora.

Amargura y enojo: emitir consideraciones exageradas como “¡Vos siempre…!”, “¡Vos nunca…!”, ¡Qué raro tratándose de vos…!” “¡Toda la vida…!”.

-Enjuiciamiento y crítica: atribuir a otras personas motivos e intenciones, cuando no era posible conocer realmente el corazón del otro.

- Engaño y mentiras: malinterpretar la situación, formarse una opinión sin conocer todos los hechos, o formarse opiniones basadas en chismes. Mentir o torcer de alguna manera la verdad.

- Descontento: hacer algo por inquietud o ansiedad.

Cada vez que nos rendimos ante cualquiera de estos sentimientos, abrimos la puerta al enfrentamiento.

El conflicto no sólo es un problema entre personas; muchas veces tiene relación con lo que ocurre en el interior de las personas, donde puede haber un ambiente de tensión, de rechazo y de defensiva. Y suele iniciarse por una cuestión sin importancia, algo que no hace realmente vale la pena defender ni que se ponga en riesgo una relación personal. El conflicto propaga una infección o enfermedad sumamente contagiosa que daña a muchos. Si fracasamos en reconocer y resistir el conflicto, éste envenenará nuestras actitudes y empezará a afectar negativamente todas nuestras relaciones (en la escuela, en trabajo, el hogar y la iglesia). 

Tienes que cerrarle la puerta al conflicto, aprendiendo a reconocerlo, resistirlo, y a producir actitudes más moderadas; aprender a hablar tranquilamente cuando hay desacuerdos y tener cuidado de no permitir que el orgullo, el resentimiento o la amargura, los celos o el odio se interpongan entre nosotros y los demás. Debemos aprender a caminar en amor, ser abundantes en misericordia y rápidos para disculpar una ofensa. Los lugares donde tú te deben convertirse en lugares donde reinen la paz y la armonía. Por esta razón, debes considerar las relaciones que producen una tensión interna, un conflicto en tu mente, sea en el hogar (padres, hermanos, cónyuges, hijos), en la escuela, el trabajo, la iglesia, etc., y pedirle a Dios que te muestre dónde está tu falta. Permítele al Espíritu Santo que comience a trabajar en tu vida, estudia la Palabra sobre todas Sus promesas que nos acercan a la paz, y procúrala para todas tus relaciones.

Oración:

Señor, ayúdame a reconocer el conflicto y aprender a resistirlo. Enséñame a perdonar y a olvidar; ayúdame a ver la llegada del espíritu de contienda mucho antes de que haga estragos en mi hogar y en mi vida. Dame la gracia para no alimentar nunca el espíritu de contienda en mi vida y en la vida de los demás, y que pueda anhelar en todo momento la paz y la armonía, y actuar para mantener las disensiones fuera de mis relaciones. Lo pido en el nombre del Señor Jesús, amén.

¡Te bendigo! Pastor Antonio Trejo