“Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y
toda malicia”
(Efesios 4:31)
▲ Debemos aprender a caminar en amor, ser
abundantes en misericordia y rápidos para disculpar una ofensa |
Los síntomas de una persona conflictiva
incluyen:
-Orgullo:
insistir en tener la última palabra, estar más interesado/a en defender tu
postura que en buscar una salida más pacificadora.
– Amargura
y enojo: emitir consideraciones exageradas como “¡Vos siempre…!”, “¡Vos
nunca…!”, ¡Qué raro tratándose de vos…!” “¡Toda la vida…!”.
-Enjuiciamiento
y crítica: atribuir a otras personas motivos e intenciones, cuando no
era posible conocer realmente el corazón del otro.
- Engaño
y mentiras: malinterpretar la situación, formarse una opinión sin conocer
todos los hechos, o formarse opiniones basadas en chismes. Mentir o torcer de
alguna manera la verdad.
- Descontento:
hacer algo por inquietud o ansiedad.
Cada vez que nos rendimos ante cualquiera de
estos sentimientos, abrimos la puerta al enfrentamiento.
El conflicto no sólo es un problema entre
personas; muchas veces tiene relación con lo que ocurre en el interior de las
personas, donde puede haber un ambiente de tensión, de rechazo y de defensiva.
Y suele iniciarse por una cuestión sin importancia, algo que no hace realmente
vale la pena defender ni que se ponga en riesgo una relación personal. El
conflicto propaga una infección o enfermedad sumamente contagiosa que daña a
muchos. Si fracasamos en reconocer y resistir el conflicto, éste envenenará
nuestras actitudes y empezará a afectar negativamente todas nuestras relaciones
(en la escuela, en trabajo, el hogar y la iglesia).
Tienes que cerrarle la puerta al conflicto,
aprendiendo a reconocerlo, resistirlo, y a producir actitudes más moderadas;
aprender a hablar tranquilamente cuando hay desacuerdos y tener cuidado de no
permitir que el orgullo, el resentimiento o la amargura, los celos o el odio se
interpongan entre nosotros y los demás. Debemos aprender a caminar en amor, ser
abundantes en misericordia y rápidos para disculpar una ofensa. Los lugares
donde tú te deben convertirse en lugares donde reinen la paz y la armonía. Por
esta razón, debes considerar las relaciones que producen una tensión interna,
un conflicto en tu mente, sea en el hogar (padres, hermanos, cónyuges, hijos),
en la escuela, el trabajo, la iglesia, etc., y pedirle a Dios que te muestre
dónde está tu falta. Permítele al Espíritu Santo que comience a trabajar en tu
vida, estudia la Palabra sobre todas Sus promesas que nos acercan a la paz, y procúrala
para todas tus relaciones.
Oración:
Señor, ayúdame a reconocer el conflicto y
aprender a resistirlo. Enséñame a perdonar y a olvidar; ayúdame a ver la
llegada del espíritu de contienda mucho antes de que haga estragos en mi hogar
y en mi vida. Dame la gracia para no alimentar nunca el espíritu de contienda
en mi vida y en la vida de los demás, y que pueda anhelar en todo momento la paz
y la armonía, y actuar para mantener las disensiones fuera de mis relaciones. Lo
pido en el nombre del Señor Jesús, amén.
¡Te bendigo! Pastor Antonio Trejo