“Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados”
(Hebreos 12:14-15)
▲ Los conflictos que perduran en el tiempo traen
problemas y contaminan el interior de las personas en todos los ámbitos de la vida. |
Conflicto se puede definir como una situación
de lucha o enfrentamiento entre las personas, una situación desgraciada y de
difícil salida por la falta de acuerdo entre las partes involucradas. A ello se
agrega que para que hablemos de un conflicto, debe tratarse de una situación
lamentable en la que las partes tienen un enfoque totalmente opuesto, aunque el
tema que se esté tratando (o discutiendo) sea tan insignificante que no merezca
la pena ningún tipo de discordia.
Por lo general el conflicto es un desacuerdo,
una discusión, una disputa exaltada que refleja un corriente oculta de enojo
hacia la otra parte. El conflicto por lo tanto lleva al resentimiento, al
rencor, la amargura y el odio. Si no nos oponemos a tiempo a esas emociones
negativas que producen el enfrentamiento, los conflictos con toda seguridad
destruirán nuestras relaciones y nuestra vida. Los desacuerdos que perduran en
el tiempo traen problemas y contaminan el interior de las personas en todos los
ámbitos: la familia, el trabajo, incluso entre los miembros de una congregación,
con el agravante de entorpecer el trabajo de Dios, porque como está escrito: “La ira
del hombre no obra la justicia de Dios” (Santiago 1:20).
Las disensiones hacen que las personas se
vuelvan difíciles de tratar, y que siempre estén a la defensiva. Algunos se
vuelven resentidos porque crecieron en un entorno de violencia y tormento. Su
niñez pudo estar llena de miedo, de vergüenza y de culpa. Otros fueron objeto
de abusos, tanto física, verbal como emocionalmente. Cualquiera de estas
situaciones violentas convierten a quienes las sufren en amargados y resentidos
con respecto a la vida, y su relación con las demás personas se vuelve tensa y
estresante. Culpan a otros o a Satanás, y no se dan cuenta que ellos pueden evitar
el conflicto y la contienda; no reconocen que estos últimos se encuentran en la
raíz que causa sus problemas.
“El odio despierta rencillas; pero el amor cubrirá todas las faltas”, declara la maravillosa Palabra en Proverbios
10:12. Pero las personas conflictivas están siempre dejando abierta la puerta al
enfrentamiento y se pasan el tiempo
cuestionando por qué sus vidas son tan difíciles. Permiten que los
comentarios de otra gente se conviertan en una ofensa, aunque sea por algo
tonto, y en lugar de hablarlo de manera razonada, o -mejor aún- aplicar la
gracia de Dios, como lo aconseja la anterior cita de Proverbios, eligen repetir
las palabras una y otra vez en su mente, alimentando el enojo. Mañana
continuaremos abordando este tema, que debe ser analizado en el contexto de la
Palabra para evitar que se convierta en un obstáculo que impida operar la
gracia de Dios en la vida de los creyentes.
Oración:
Señor Jesús, no permitas que los conflictos
destruyan nuestra vida. Enséñanos a caminar en victoria, revélanos cuál es la
raíz de amargura que nos aflige. Enséñanos a reconocer el espíritu de contienda
para poder enfrentarlo y no dejarnos dominar por él, y con tu Santo Espíritu
impondremos la justicia y la paz en nuestras relaciones, para abundar en el
gozo que legítimamente nos corresponde como hijo de Dios. Amén.
¡Te bendigo! Pastor Antonio Trejo