sábado, 3 de noviembre de 2012

Cómo ser libres de los conflictos (I)


“Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios;  que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados”
(Hebreos 12:14-15)
▲ Los conflictos que perduran en el tiempo traen problemas y
contaminan el interior de las personas en todos los ámbitos de la vida.


Conflicto se puede definir como una situación de lucha o enfrentamiento entre las personas, una situación desgraciada y de difícil salida por la falta de acuerdo entre las partes involucradas. A ello se agrega que para que hablemos de un conflicto, debe tratarse de una situación lamentable en la que las partes tienen un enfoque totalmente opuesto, aunque el tema que se esté tratando (o discutiendo) sea tan insignificante que no merezca la pena ningún tipo de discordia.

Por lo general el conflicto es un desacuerdo, una discusión, una disputa exaltada que refleja un corriente oculta de enojo hacia la otra parte. El conflicto por lo tanto lleva al resentimiento, al rencor, la amargura y el odio. Si no nos oponemos a tiempo a esas emociones negativas que producen el enfrentamiento, los conflictos con toda seguridad destruirán nuestras relaciones y nuestra vida. Los desacuerdos que perduran en el tiempo traen problemas y contaminan el interior de las personas en todos los ámbitos: la familia, el trabajo, incluso entre los miembros de una congregación, con el agravante de entorpecer el trabajo de Dios, porque como está escrito: “La ira del hombre no obra la justicia de Dios” (Santiago 1:20).


Las disensiones hacen que las personas se vuelvan difíciles de tratar, y que siempre estén a la defensiva. Algunos se vuelven resentidos porque crecieron en un entorno de violencia y tormento. Su niñez pudo estar llena de miedo, de vergüenza y de culpa. Otros fueron objeto de abusos, tanto física, verbal como emocionalmente. Cualquiera de estas situaciones violentas convierten a quienes las sufren en amargados y resentidos con respecto a la vida, y su relación con las demás personas se vuelve tensa y estresante. Culpan a otros o a Satanás, y no se dan cuenta que ellos pueden evitar el conflicto y la contienda; no reconocen que estos últimos se encuentran en la raíz que causa sus problemas.

El odio despierta rencillas; pero el amor cubrirá todas las faltas”, declara la maravillosa Palabra en Proverbios 10:12. Pero las personas conflictivas están siempre dejando abierta la puerta al enfrentamiento y se pasan el tiempo  cuestionando por qué sus vidas son tan difíciles. Permiten que los comentarios de otra gente se conviertan en una ofensa, aunque sea por algo tonto, y en lugar de hablarlo de manera razonada, o -mejor aún- aplicar la gracia de Dios, como lo aconseja la anterior cita de Proverbios, eligen repetir las palabras una y otra vez en su mente, alimentando el enojo. Mañana continuaremos abordando este tema, que debe ser analizado en el contexto de la Palabra para evitar que se convierta en un obstáculo que impida operar la gracia de Dios en la vida de los creyentes.

Oración:

Señor Jesús, no permitas que los conflictos destruyan nuestra vida. Enséñanos a caminar en victoria, revélanos cuál es la raíz de amargura que nos aflige. Enséñanos a reconocer el espíritu de contienda para poder enfrentarlo y no dejarnos dominar por él, y con tu Santo Espíritu impondremos la justicia y la paz en nuestras relaciones, para abundar en el gozo que legítimamente nos corresponde como hijo de Dios. Amén.


¡Te bendigo! Pastor Antonio Trejo