“No hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta”
(Hebreos 4:13)
“Examíname oh Dios, y conoce mi
corazón;
pruébame y conoce mis
pensamientos…
y guíame en el camino eterno” (Salmo 139)
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¿Qué persona podría soportar que sus conocidos
supieran exactamente todo lo que hace, dice o piensa, aún en su intimidad? Qué vergüenza sentiríamos al saber que
nuestros más guardados secretos son puestos ante los ojos de los demás. Pero el
Señor, cuyo conocimiento de nuestro ser debería importarnos más que el de las
otras personas, lo conoce absolutamente todo sobre nosotros.
El versículo de hoy debería hacernos reflexionar
que un día tendremos que dar cuenta de todo lo que hayamos hecho durante
nuestra existencia en la tierra. Así es como el perfecto
conocimiento de Dios sobre todo lo que se hace bajo el sol asombraba al autor
del Salmo 139:7, que escribió: “¿Adónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?”.
Sin embargo, nosotros podemos cambiar en gozo la
inquietud de saber que Dios nos examina todo el tiempo. Así ocurre cuando el
creyente, consciente de ser pecador, lo reconoce y lo confiesa con sincero
arrepentimiento ante Dios. Entonces Dios puede revelarse en su vida como el
Dios de gracia y de perdón, el Dios Salvador.
“¡Cuán preciosos me
son, oh Dios, tus pensamientos!”, podrá decir este creyente. “Examíname, oh Dios, y
conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos… y guíame en el camino
eterno” (Salmo 139:17, 23-24). Desde entonces podrá avanzar en ese
camino eterno contando con la ayuda de Dios a cada paso. Y no teniendo ya nada
que ocultar ante el Creador, andará en la luz de la gracia divina, con pasos de
seguridad y confianza.
Oración:
Padre amado, Tú lo conoces todo, hasta lo más
íntimo del corazón, y ante Ti confesamos todas nuestras faltas, para recibir
sanidad física y espiritual y caminar en la integridad de los verdaderos hijos
de Dios. Amén.
¡Te
bendigo! Pastor Antonio Trejo