“Pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón”
(Oseas 2:14)
▲La marcha por el desierto simbolizó
para Israel un tiempo de amorosa intimidad con el Creador. |
“Los llevaré al
desierto”, dice el Señor, “y hablaré a su
corazón”. Oseas evoca la marcha de Israel
por el desierto después de la salida
de Egipto como un tiempo de amorosa
intimidad con el Creador. El desierto en la Biblia
simboliza los momentos difíciles: no hay
agua, no hay cultivos, lo único que se
ve es tierra yerma y montañas sin vida. Así estaba y
así se sentía Israel al momento de salir de Egipto.
A nadie le gusta ir
al desierto, pero es necesario hacerlo, porque es
allí donde nos encontramos dispuestos a una comunión espiritual con
el Señor. Resulta abrumador el ruido de nuestro trajín de
todos los días: desde las exigencias del trabajo, las necesidades de la
familia, pasando por los entretenimientos vacíos e infructuosos de la televisión
y la pérdida de tiempo que ponen a nuestro alcance las tecnologías modernas. Todo
ello hace que la espiritualidad pase a un segundo plano y que la comunión con
el Señor se torne más difícil de alcanzar.
Por eso en este día quiero destacar
la importancia de una comunión íntima con Dios; el desierto
es bueno porque es donde te encuentras
con Él, que es el único que te acompaña en
esa travesía cuando hay tristeza, soledad, dolor. Pero esa
presencia es Alguien que quiere tener una amistad
contigo: ese alguien es Jesús. ¡Te garantizo que
en el desierto conocerás la verdadera esencia de Dios, y terminarás
por rendirte ante su Amor sin igual!
Oración:
En este día Señor he
aprendido que en el desierto es donde más te conozco y donde me hablas con más
claridad, lejos de las distracciones cotidianas; gracias Señor Jesús, porque es allí donde
Tú hablas a mi vida, y donde puedo conocerte en tu fidelidad y misericordia. Amén.
¡Te
bendigo! Pastor Antonio Trejo