“Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”
(Hebreos 13:8)
▲ ¡El Señor Jesucristo nunca cambia y
permanece como nuestra Roca inalterable!
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¡Qué consuelo es saber que el Dios de toda
salvación es el mismo todos los días y para siempre!El Señor es el mismo desde los tiempos del
Antiguo Testamento y de los evangelios, y siempre será así para su pueblo:
igualmente misericordioso, poderoso y absolutamente suficiente. Él aún satisface
al hambriento, consuela al temeroso y da la bienvenida a los pecadores
arrepentidos; y asimismo, aún mira desde lejos al soberbio y al de la justicia
propia, enseñando a todos los que Él salva a amar la justicia y a aborrecer la
iniquidad.
Esta verdad es como un ancla segura para nuestra
fe. Significa que los cristianos de hoy no debemos sentirnos conformes hasta no
lograr la misma salvación, la misma comunión con Dios, el mismo bautismo en el
Espíritu Santo y el mismo poder del Reino que los creyentes de la época del Nuevo
Testamento, aquellos que conocieron todas estas cosas por medio de Jesucristo
mismo.
El mensaje para nuestra época sigue sin
alteraciones: que en medio de los problemas
y circunstancias perturbadoras que nos rodean en
esta vida, Cristo es el mismo de ayer,
lo es hoy y lo será por los
siglos. El es la misma salvación
eterna, también Él es el mismo en su
amor, es el mismo en el poder de su
sangre para limpiar el pecado y también
es el mismo en cuanto a su poder
para justificar. Y también es el mismo
para suplir todas tus necesidades, y en medio de
todas las circunstancias de tu vida, Él
permanece fiel.
A diferencia de los líderes, ideólogos y
gobernantes que han guiado a las sociedades humanas a lo largo de la historia,
nuestro Señor nunca cambiará; por eso debemos fijar nuestros ojos en Cristo,
nuestro guía supremo. Jesús ha sido y será el mismo por siempre; y aunque el
mundo siga girando día a día, trayendo vientos de inseguridad y de
incertidumbre para las personas de todos los pueblos, Él permanecerá
como nuestra Roca firme e inalterable.
Oración: Señor, Tú has
hablado a nuestro corazón, proclamando que eres el mismo de ayer, de hoy y por
los siglos, y que tu poder no ha cambiado. Tú, nuestro refugio y salvador, nos
has librado: Tú nos libras y nos librarás del mal por siempre. Amén.
¡Te bendigo! Pastor Antonio Trejo