“Entonces nuestra boca se llenará de risa, y nuestra lengua de alabanza; entonces dirán entre las naciones: Grandes cosas ha hecho el Señor con éstos”
(Salmos 126:2)
▲ Los creyentes que trabajan para el Reino de Dios muestran
una transformación positiva y visible en sus vidas
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Cuando entregamos nuestra vida al Señor Jesús y confiamos en Su poder,
tenemos la absoluta seguridad de que grandes cosas sucederán. Y esto es así
porque nuestra fe se apoya en la fuerza del Señor y no en
nuestras propias fuerzas. Como cristianos, lo que cuenta para
nosotros no es la capacidad que tenemos, ni la competencia que demostramos, ni
nuestra voluntad, sino la gracia abundante y el poder incomparable de nuestro
Salvador, el Rey de reyes y Señor de señores.
Cuando nuestra vida espiritual es débil y mostramos indiferencia a las
cosas de Dios, no somos los destinatarios de las bendiciones celestiales y nos
convertimos solamente en “espectadores”. Mientras algunos hermanos comienzan a
trabajar en serio para la iglesia y sus frutos pronto se manifiestan, y otros
muestran una transformación positiva y visible en sus vidas porque obedecen a
Dios, los “espectadores” ven estas cosas como si ellos estuvieran fuera de
ellas, sin ningún tipo de participación.
Y así observan o se enteran que los milagros ocurren en la vida de muchos
hermanos, que la gloria de Cristo se siente en gran parte de la iglesia, que el
nombre de Él es engrandecido y glorificado en muchas ocasiones, pero las vidas
de esos hermanos descuidados continúan huecas y sin impacto. Deberían ser sal
de la tierra, pero sus obras no tienen sabor alguno.
Cuando Cristo no forma parte de tus esfuerzos diarios y prefieres seguir
otros caminos, entonces pasas por las sendas del mundo sin disfrutar de las
bendiciones que Él tiene preparadas para los que lo aman; te acostumbras a las frustraciones y te
conformas con una vida sin sueños y sin conquistas. Pero esto no debiera ser
así, ya que no es la voluntad de Dios que vivamos vidas mediocres e insignificantes. Todos
tenemos el derecho a una vida que se vea colmada de las bendiciones de Dios.
Y porque todos necesitamos participar de las grandes cosas que
acontecen y no sólo contemplar las bendiciones en las vidas de otros, hoy te
invito a que pongas a Dios en el primer lugar de tu vida, y verás cómo todo
cambia de manera increíble, y cómo cada día se vuelve una aventura de gozo.
No pierdas tu tiempo, ¡hoy es el día! ¡HOY ES TU DIA!
Oración:
Señor
Jesús, hoy te reconozco como la fuente de la que mana la vida y la
felicidad plena, que nada existe en el mundo fuera de Ti que pueda conformar mi
alma y darle sentido a mi vida. Recibe mi declaración y conviérteme por
medio del Espíritu Santo en un cristiano fructífero y lleno de gozo. Amén.
¡Te bendigo! Pastor Antonio Trejo