“Esforzaos todos vosotros los que esperáis en Jehová, y tome aliento
vuestro corazón”
(Salmo
31:24)
▲ En los momentos de aflicción, los creyentes
pueden buscar el amparo de la presencia de Dios.
|
El salmo de hoy nos impulsa a tener ánimo y valor en los momentos de
adversidad. En el pasaje citado David nos está enseñando
a esperar en Dios y a no desfallecer, y a infundir ánimo en nuestros
corazones. Y no es una expectativa ciega la que llena el alma del que
espera en el Señor, sino una esperanza firme que sólo la puede dar el sustento
de Dios por medio de la fe.
El Salmo 31, casi en su totalidad, es una oración profundamente personal de
David que expresa angustia y lamento a causa de los enemigos que acechaban
contra su vida (vv. 4,8), la enfermedad (vv. 9-10) y el abandono de los
amigos (vv.11-13). Pero también revela que en los momentos de profunda
aflicción, los creyentes pueden esconderse al amparo de la presencia de Dios
(v. 20).
Quienes conocemos la historia del más grande rey de Israel, sabemos que tuvo
que atravesar situaciones desesperantes, que no sólo eran provocadas por sus
enemigos, sino también por su entorno íntimo y aún por su propia familia, como
ocurrió con la rebelión de su hijo Absalón. Pero así como conocemos sus
desesperados y angustiosos clamores a Dios pidiendo salvación, también hemos
leído sus declaraciones de profundo gozo cuando el Señor le daba la victoria y
le infundía el aliento necesario para continuar.
Hoy te aliento a que también le des ánimo a tu corazón porque el Señor está
a tu lado en los momentos difíciles. Hay personas que se han dejado vencer por
los problemas y su carga las ha arrastrado a la desesperación, las ha
desanimado. Pero la Palabra dice que “los que confían en el Señor
serán como el monte de Sión, que no se mueve sino que permanece para siempre” (Salmo 125:1); hoy te aliento a que te
tomes de esta promesa y le opongas a la adversidad el escudo de la esperanza.
Oración:
Señor Jesús, en esta mañana te pido que me des aliento para continuar en la
lucha, y para tener la certeza de que tu fe y tu valor me sustentarán todos los
días. Amén.