sábado, 8 de septiembre de 2012

Batalla decisiva

“Tú, Señor, me das luz; tú, Dios mío, alumbras mi oscuridad. Con tu ayuda atacaré al enemigo, y sobre el muro de sus ciudades pasaré” 

(Salmos 18: 28, 29, Biblia DHH)

▲ El Señor te dará la confianza necesaria 
para avanzar contra las adversidades
y ponerlas bajo tus pies.
Una  de las infinitas grandezas de la Palabra es que sabe combinar, de manera perfecta, la sabiduría divina con la naturaleza humana. En el rey David, por ejemplo, hallamos profundas palabras de sabiduría inspiradas por el Espíritu de Dios, pero también encontramos muchas veces en su boca expresiones de desesperación, de súplica y de aparente desesperanza, que se transforman en un momento en alabanza y en la manifestación de esa fe sobrenatural que sólo reconoce su fuente en Dios.
En el caso de nuestro devocional, encontramos vigorosas palabras de poder y de confianza en que Dios dará la victoria frente a cualquier enemigo. Debemos recordar que David debió enfrentar durante su reinado varios períodos de guerra contra los pueblos vecinos, e incluso una rebelión en el seno de su propia familia con el levantamiento de su hijo Absalón. Así encontramos que a la amargura y el dolor que le provocaron estas adversidades, David supo equilibrar a su favor el amor de Dios en todas estas instancias, y el Señor le dio la confianza necesaria para avanzar contra el enemigo y ponerlo a sus pies.
El enemigo de los cristianos puede encontrarse en los impulsos de la carne (es decir, su propia naturaleza que tiende al pecado), pero también en las tramas engañosas que teje el espíritu que controla el mundo secular. A este enemigo espiritual le agrada (¡y le conviene!) distorsionar la Palabra del Señor lo más que pueda. Y así te mostrará que donde hay una inminente victoria de parte de Dios, aparece un panorama de desconcierto y de derrota; y allí donde Dios pone esperanza por medio de su Palabra, el adversario intentará imponer pensamientos de desaliento y de incredulidad.

Ante este panorama, la pregunta que se impone es: ¿cómo podemos salir triunfantes de estos engaños e influencias destructivas? La respuesta que nos brinda el pasaje bíblico de hoy no deja lugar a la duda: con la ayuda y la ministración del Espíritu Santo. Así expondremos a la luz todo argumento que se levante contra la convicción y la seguridad que Dios anhela hacer crecer en nuestro interior. Con la ayuda de nuestro Dios, aunque vengan los ataques más atroces a nuestra vida, y aunque la noche amenace con tempestad, tendremos la certeza de que su Espíritu nos llevará siempre a buen puerto. Y aquí nos damos cuenta de que esta es la verdadera lucha, la batalla decisiva: el confiar o no en que solamente Dios puede darnos la conquista frente a nuestros enemigos.
El gran rey David también fue confrontado durante sus días en la tierra con este dilema: lanzarse de lleno a la batalla confiando en sus propias fuerzas, y apostar a lo que fuere, o dejar el asunto en las manos de Dios y permitir que Él sea el guía. Resulta obvio afirmar que el monarca siempre eligió esta última opción. Y cuando tú amado lector, te veas desafiado de la misma manera, analiza el balance final en la vida de David, resumido en este maravilloso salmo de alabanza: “Viva Jehová, y bendita sea mi roca, y enaltecido sea el Dios de mi salvación; (…) el que me libra de mis enemigos y aun me eleva sobre los que se levantan contra mí (…) Grandes triunfos da a su rey, y hace misericordia a su ungido, a David y a su descendencia, para siempre” (Salmos 18:46-50).

Oración:
Amado Padre celestial, la lectura de tu Palabra nos ha hecho comprender que sólo Tú puedes darnos el triunfo sobre las adversidades que atacan nuestra vida. ¿Y a quién iremos sino a Ti, en los momentos de angustia? Sólo Tú nos llenas con palabras de esperanza, de gozo, de vida eterna… Sólo tu Palabra alumbra nuestros pasos. Hoy nos proponemos firmemente a permitir que seas el Guía en todos nuestros proyectos, y el General de todas nuestras batallas, para lograr la victoria y honrarte a Ti, el único digno de toda gloria. Amén.

¡Te bendigo! Pastor Antonio Trejo