viernes, 29 de marzo de 2013

Inmenso amor


“Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. (...) sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en una vasija, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido”
(Juan 13:1-5)
El inmenso amor que Jesús siente por la humanidad
hizo que continuara hasta el fin, sin medir consecuencias

La Palabra de hoy nos describe los momentos previos a la entrega de Jesús para ser crucificado por nosotros, cuando atravesaban por su mente pensamientos sobre si podía evitar ese paso de indescriptible padecimiento.

Pero Jesús afirmó sus pensamientos, levantó su mirada y decidió por amor continuar hasta el fin. Vemos que Jesús nuevamente se despojó a sí mismo, se quitó su manto de autoridad, su manto de dominio sobre todas las cosas, para tomar la toalla de servicio y humildad. Con ese acto del lavamiento de los pies, Jesús nos estaba diciendo que estaba dispuesto a continuar hasta el fin y a refirmar en la práctica aquello de que “El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir”.

No hizo excepciones: tomó la tina con agua y comenzó a lavar los pies de todos sus discípulos, incluyendo a Tomás, aquel que tiempo después necesitó meter su mano en el costado del Maestro para creer que había resucitado. También lo hizo con Pedro, quien lo negaría tres veces lleno de miedo. Pero lo que más asombra es que también se inclinó y lavó los pies de Judas, aún sabiendo que éste sería el que lo traicionaría.

Con el lavamiento de los pies, Jesús también les indicaba a sus discípulos que debían llevar una vida de servicio y de humildad hacia el prójimo. El afán de conseguir un lugar de importancia en el Reino venidero había estado perturbando a sus discípulos (lee Mateo 20:20-27). Pero con su ejemplo, Jesús quería que vieran que el deseo de ser el primero (es decir, ser superior y recibir más honra que otros creyentes) es contrario al espíritu de su Señor.

Pero también es importante que tú puedas reflexionar sobre el inmenso amor que Jesús tuvo por nosotros, ese amor que supera todo entendimiento humano, por el cual el que habitaba con el Todopoderoso decidió no tan sólo bendecirnos y declararnos su maravillosa Palabra, sino que despojándose a sí mismo, nos amó hasta el fin.

Oración

Señor Jesucristo, nuestras almas anhelan ser colmadas con tu amor, para poder servirte y servir a nuestro prójimo con espíritu de humildad y servicio. ¡Inúndanos Señor con tus ríos de vida! Amén.

¡Te bendigo! Pastor Antonio Trejo