“Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. (...) sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en una vasija, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido”
(Juan 13:1-5)
El
inmenso amor que Jesús siente por la humanidad hizo que continuara hasta el fin, sin medir consecuencias |
La
Palabra de hoy nos describe los momentos previos a la entrega de Jesús para ser
crucificado por nosotros, cuando atravesaban por su mente pensamientos sobre si
podía evitar ese paso de indescriptible padecimiento.
Pero
Jesús afirmó sus pensamientos, levantó su mirada y decidió por amor continuar
hasta el fin. Vemos que Jesús nuevamente se despojó a sí mismo, se quitó su
manto de autoridad, su manto de dominio sobre todas las cosas, para tomar la
toalla de servicio y humildad. Con ese acto del lavamiento de los pies, Jesús
nos estaba diciendo que estaba dispuesto a continuar hasta el fin y a refirmar
en la práctica aquello de que “El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino
para servir”.
No
hizo excepciones: tomó la tina con agua y comenzó a lavar los pies de todos sus
discípulos, incluyendo a Tomás, aquel que tiempo después necesitó meter su mano
en el costado del Maestro para creer que había resucitado. También lo hizo con
Pedro, quien lo negaría tres veces lleno de miedo. Pero lo que más asombra es
que también se inclinó y lavó los pies de Judas, aún sabiendo que éste sería el
que lo traicionaría.
Con
el lavamiento de los pies, Jesús también les indicaba a sus discípulos que
debían llevar una vida de servicio y de humildad hacia el prójimo. El afán de
conseguir un lugar de importancia en el Reino venidero había estado perturbando
a sus discípulos (lee Mateo 20:20-27). Pero con su ejemplo, Jesús quería que
vieran que el deseo de ser el primero (es decir, ser superior y recibir más
honra que otros creyentes) es contrario al espíritu de su Señor.
Pero también es importante que tú puedas
reflexionar sobre el inmenso amor que Jesús tuvo por nosotros, ese amor que
supera todo entendimiento humano, por el cual el que habitaba con el
Todopoderoso decidió no tan sólo bendecirnos y declararnos su maravillosa
Palabra, sino que despojándose a sí mismo, nos amó hasta el fin.
Oración:
Señor Jesucristo,
nuestras almas anhelan ser colmadas con tu amor, para poder servirte y servir a
nuestro prójimo con espíritu de humildad y servicio. ¡Inúndanos Señor con tus
ríos de vida! Amén.
¡Te bendigo! Pastor Antonio Trejo