“Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros”
(Efesios 5:2)
A
un altísimo precio, el Señor Jesús compró nuestro derecho la eternidad |
La
mayoría de los seres humanos sabemos que una vida no tiene precio. Y el valorar
de esta manera la vida humana es lo que lleva a las personas de valentía a
arriesgarse a toda costa para salvar a otros. Si un bombero, por ejemplo, ve a
una persona atrapada entre las llamas, no dudará en arriesgar su propia vida
para salvarla.
La
vida de los hombres es también muy valiosa para Dios. Y la prueba de ello está
en que, para salvar a las almas perdidas, Él nos regaló lo más precioso que
tenía: el Señor Jesús, nuestro Salvador. Las Escrituras son claras al
explicarnos que el sacrificio de Cristo, con el derramamiento de su preciosa
sangre en la cruz, es lo que obtuvo para nosotros el rescate de la esclavitud
del pecado.
Jesucristo
salva de la muerte eterna al creyente, aunque éste deba pasar por la muerte
terrenal, que no es otra cosa que la muerte del cuerpo. Para Jesús, nuestra
salvación no tenía precio, y para salvarnos, para que nuestras almas pudieran
morar para siempre a Su lado, Él se despojó de toda su gloria, dejó el Cielo,
descendió a la tierra en forma de hombre y sacrificó su propia vida por nuestro
rescate. Él no lo pagó por medio de alguna cosa, sino que se dio a sí mismo.
Hoy
debemos valorar en toda su dimensión el rescate de Cristo, como lo expresan
estos pasajes: “Gracia y paz sean a
vosotros, de Dios el Padre y de nuestro Señor Jesucristo, el cual se dio a sí
mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo”
(Gálatas 1:3-4). “Por precio fuisteis comprados” (1
Corintios 7:23). ¡Sí, a un altísimo precio, el Señor Jesús ha comprado tu
derecho a la eternidad!
Oración:
Hoy aceptamos por fe
el señorío de Cristo en nuestras vidas, para asegurarnos de no perder el regalo
que Dios nos brinda en su inmenso amor: compartir la eternidad junto a Él.
Amén.
¡Te bendigo! Pastor Antonio Trejo